El empresario del corazon roto

Chapter 78: Regalos



Chapter 78: Regalos

[Quentin]

Después de unos maravillosos días en Sicilia, la tierra del mítico “Padrino”, Isabel y yo nos pusimos en

marcha ahora hacia la Isla de Comino, en Malta, uno de los lugares que personalmente yo tenía

muchas ganas de conocer por sus hermosas aguas tan transparentes que permite bucear, una

actividad que quería compartir con ella.

Debo confesar que durante todo el viaje he tratado de hacer actividades donde ella no tenga que

caminar tanto, ya que me da un poco de miedo que esto le cause algún tipo de dolor y la haga sentir

incómoda. Sin embargo, Isabel ya domina el bastón como toda una experta, como si toda la vida lo

hubiera traído, y lo combina a la perfección con sus conjuntos de ropa, lo que le da un toque de

elegancia increíble. La veo y sonrío, mi valiente y guapa esposa que poco a poco se suelta más y

empieza a utilizar más vestidos y faldas mostrando sus piernas y hoy será la prueba de fuego.

Ella sale del baño, en este nuevo hotel donde nos estamos quedando en Comino vistiendo un

hermoso traje de baño rojo con escote profundo y me lo modela.

―¿Cómo se me ve?

―Precioso, me encanta.― Le digo mientras tomo un poco del bloqueador solar entre mis manos y voy

hacia ella para untarlo sobre los hombros y los brazos. El aroma de esta mañana es el de ella, uno

que me gusta más que todos los que usa.

Termino de cubrirla con el bloqueador solar, la volteó para quedar de frente y sus ojos brillan, de la

misma forma como lo hicieron la primera vez que la vi.

―¿Qué pasa?

―Nada, que creo que tienes los ojos más hermosos que he visto. Si tenemos una hija en el futuro

quiero que los tenga.

―Sólo si lleva tu sonrisa.― Responde y automáticamente la hago.― Con esos dos hoyuelos

preciosos, sabes, dicen que las personas con hoyuelos en el rostro son más alegres, seguras,

confiables y comunicativas.

―¿Ah sí? Y ¿Acaso yo tengo alguna de esas características?

―Sí, y todo por dos, porque son hoyuelos dobles, además de otras cualidades.

―Yo también leí sobre los lunares en la comisura de los labios.

―¿Ah si? Y ¿qué dice?

― Que son muy sexies y son una marca de belleza y que se deben besar mucho. ― La beso e Isabel

sonríe sobre mis labios.

―Puros besos entre los dos los desgastarás.― Se queja de broma. All content © N/.ôvel/Dr/ama.Org.

―No te preocupes mi amor, yo los arreglaría.

Isabel se aleja, se pone un albornoz transparente de color blanco y las gafas de sol―¿nos vamos?

―Vamos.― Respondo.

De la mano bajamos hacia el lobby para después caminar hacia la playa donde sale el pequeño bote

que nos llevará a estas lecciones privadas de buceo, no sin antes enseñarnos como respirar y

ponernos el traje que nos protegerá cuando estemos abajo.

Entonces, cuando estamos listos, Isabel y yo nos sugerimos en el agua y comenzamos a bucear en

las profundidades de este lugar. Al principio precavidos pero después más sueltos, disfrutamos de los

colores de los peces, los corales, de la hermosa arena blanca que hay debajo y tomamos fotos del

fantástico paisaje submarino. Ambos, nos asombramos con todo lo que vemos ahí, mientras Isabel

curiosa nada entre los peces y trata de tocarlos, yo voy hacia la arena y comienzo a recolectar algunas

conchas que hay en el fondo para un proyecto personal que tengo.

Finalmente, después de una hora buceando tranquilos volvemos al bote que se dirige hacia la famosa

Laguna Azul, un hermoso lugar con playa privada que nos permitirá seguir disfrutando del mar y

pasarlo tranquilos hasta antes de que se meta el sol. Ahí, he reservado un servicio privado, donde sólo

estaremos ella y yo disfrutando de una deliciosa comida mediterránea y típica del lugar.

Al llegar ambos nos bajamos del bote para poner nuestros pies sobre la arena y comenzar a caminar

hacia el fresco toldo con camastros y comida que nos han puesto para tener un picnic en el lugar.

―¿Cuándo planeas todo? ― Me pregunta sorprendida.―Siempre que pienso que no tienes un plan

en absoluto sacas algo como… esto.― Y señala el lugar.

―Y tengo muchas cosas más que mostrarte y como sorprenderte así que espera aquí.

Camino hacia un pequeño cesto de mimbre, lo abro, y en seguida saco una caja mediana de color

negro, la llevo hacia ella e Isabel levanta la cena.

―¿Qué es eso? ― Me pregunta.

Lo abro y su rostro de asombro regresa cuando ve un hermoso collar de conchas de mar con perlas,

estrellas de oro y una cadena del mismo material.

―Quentin.― Murmura sin poder expresarse.― Es… hermoso, pero…¿Eso es oro de verdad?

―Lo es, soy un empresario minero ¿recuerdas? ― Y ella sonríe.― Mandé a hacer este collar unas

semanas antes de casarnos.

―No lo puedo creer es precioso, creo que necesitaré un guardaespaldas para usarlo.

―Se puede arreglar eso… sólo con que no sea Henry Cavill.― Le respondo y ella se ríe.― Las

conchas que junté hace rato en el buceo son para los aretes y una pulsera, el anillo será con una

perla.

―¿O sea el collar no es suficiente?

―No, no lo es…

Los ojos de Isabel brillan y luego toma el collar, roza sus dedos sobre él y me alza la mirada.― Me

encanta, pero no puedo aceptarlo Quentin.

―¿En verdad? ― Pregunto.

―Es muy bonito y te lo agradezco pero… es demasiado para mí, el nudo argelino es más sencillo y lo

uso todo el tiempo, pero éste… no sabría dónde usarlo.

Cierro la caja con cuidado y sonrío. Amo que Isabel, a pesar de todo, siga manteniendo esa humildad

tan característica que siempre tiene.

―No te molestes ¿sí?

―No, no me molesta, me sorprende, creo que cualquier mujer lo hubiera tomado entre sus dedos y se

lo hubiese puesto sin embargo, tú lo rechazas, incluso cuando está hecho y diseñado sólo para ti.

―Lo sé, y no lo rechazo sólo que es demasiado abrumador amor y tienes que…― Me toma de la

mano.― Quentin, yo no tengo nada así que ofrecerte, y a veces siento que tú me ofreces todo y yo

sólo estoy aquí de pie esperando a que me des pero no es así, quisiera poder regalarte joyas y

cadenas, relojes elegantes y todo eso que luego usas y sólo te puedo dar un caballo de tela.

Sonrío.

―Mi mejor caballo de tela.― Remarco.― Amor, no necesito que me des nada, yo ya lo tengo todo

porque te tengo a ti, y si te regalo esto es porque me gusta vértelo puesto, como realza tu belleza y lo

elegante que te ves, si no lo quieres usar en la calle puedes usarlo en la casa. ―Ahora ella se ríe.

―¿Mientras cocino? ― Pregunta.

―Bueno, estaba pensado que a veces sólo utilices esto y nada más.

Isabel se sonroja. Yo vuelvo a sacar el collar de la caja y voy tras ella para colocarlo sobre su cuello.

Regreso a ver a los ojos ella se acomoda el collar para después acomodar su cabello largo y negro

sobre uno de los hombros.

―Gracias mi amor, me encanta.

―Te ves preciosa y te aviso que en el futuro puede haber más de estos regalos así que prepárate.

―Bueno, te advierto que puede que haya más caballos de tela hechos por mi.

―Espero, porque planeo tener toda una manada de caballos exhibidos en mi oficina donde está el

otro. Ahora disfrutemos del día ¿quieres? Porque se me antoja nadar, comer y beber hasta el

atardecer.― Expreso y mi esposa sonríe iluminando el día.


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