Capítulo 26
Capítulo 0026
En el piso de abajo, antes de que Silvia llegara, había notado el palco más lujoso y con mejor vista para la subasta. El diseño exterior del palco estaba hecho de cristal unidireccional, lo que permitía que las personas que se encontraban adentro vieran hacia afuera, pero las personas afuera no podían ver para adentro.
Ella eligió sentarse en un lugar donde pudiera ver el palco. Luego, como si fuera sin intención, levantó la cabeza y miró directamente hacia el palco de arriba. Fue solo un vistazo ligero, y en sus ojos no había ni la mínima onda.
Dentro del palco, el asistente de Julio, Adrian, se quedó boquiabierto: -¡Es la señorita Orellana!
Julio resistió el impulso de bajar corriendo y le ordenó a Adrian: Abandona de inmediato la subasta.Content is © 2024 NôvelDrama.Org.
-Si.
El secretario de abajo recibió la instrucción y abandonó la subasta. La gente esperaba presenciar una competencia de gasto desenfrenado, pero no esperaban que Julio se retirara. Todos estaban muy sorprendidos. No entendían quién era esa mujer frente a ellos y cómo se atrevía a competir con Julio. Lo más sorprendente fue que Julio la dejó ganar...
Después de la subasta benéfica, según las reglas del lugar, el comprador debía realizar el pago y llevarse el artículo personalmente.
En la parte posterior del salón de la subasta, al entrar, Silvia notó que la sala estaba totalmente vacía y vio a Julio sentado solo en el sofá. El hombre tenía una figura esbelta, envuelta en un traje negro que realzaba completamente su elegancia. Su rostro era apuesto y frío, y sus profundos ojos negros se fijaron en ella desde el momento en
que entró.
-¡Silvia! -dijo Julio profundamente mientras la observaba
detenidamente, sus labios apenas se movían. Estaba esperando que ella explicara por qué fingió su muerte y desapareció durante cuatro años, qué había hecho durante ese tiempo. En esos cuatro años, ella había cambiado muchísimo...
La Silvia que solía descuidar su apariencia ahora llevaba un maquillaje exquisito, y en lugar de la ropa oscura que solía usar, llevaba un vestido brillante y llamativo... Julio se dio cuenta por primera vez de esa faceta de su esposa. Él la observó asombrado mientras se acercaba, su garganta se movió ligeramente.
A medio metro de distancia de Julio, Silvia se detuvo y dijo: -Señor, ¡ buenas tardes!
Julio se quedó totalmente atónito.
Él aún no había reaccionado cuando Silvia miró a su alrededor.
-¿Eres el responsable de la subasta? Estoy aquí para pagar y recoger los artículos subastados.
En ese momento, la expresión de Julio se volvió extremadapte sombría. Se levantó, su alta figura bloqueaba la mayor parte de frente a Silvia, y la miró fijamente.
-¿Quién crees que soy?
Su voz era profunda y algo ronca.
-¿Quién eres tú? ¿Te conozco? -le respondió Silvia con total calma.
Julio se sintió atrapado en la garganta.
-¿No me conoces? ¡Entonces permiteme que me presente!
Los ojos de Silvia se estrecharon de inmediato. Antes de que pudiera reaccionar, Julio la besó de manera brusca y violenta. La respiración
de Silvia fue sofocada, luchó por liberarse frenéticamente. Sin embargo, Julio la mantenía con gran firmeza en sus brazos, sus grandes manos se movían con audacia sobre su espalda, sus acciones cada vez más invasivas.
Había esperado poder fingir
m
normalidad, pero fracasó por completo. Sus ojos xe nublaron con
grandes lágrimas, ya no pudo
contenerse más y le dio una fuerte
bofetada en la mejilla a Julio. The
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-¡Por favor, respétate a ti mismo! Hace cuatro años sufrí una grave enfermedad y perdí la memoria -dijo Silvia.
Julio se quedó paralizado, deteniéndose en seco, incapaz de creer lo que escuchaba, Silviasen aprovechó de la oportunidad para liberarse y retrocedió, su rostro mostraba una expresión de alerta. Esta acción, ante los ojos de Julio, dejó su corazón en caos.
-¿Dices que perdiste la memoria? Entonces, ¿cómo reconociste este collar?
Sacó la esmeralda del cajón y la arrojó frente a Silvia. Ella mantuvo. por completo la calma.
-Esta es una reliquia que mi padre me dejó, por supuesto que recuerdo.
la
Así que recordaba la reliquia, pero no lo recordaba a él... Julioca echo a'reír por la gran ironía de la situación. The
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